La frontera

1

Otra vez la frontera.
 
Otra vez
este despertar en un ruinoso hotel
levantado al borde del abismo,
 
Al límite
donde acaba todo:
 
La patria, el sueño,
la casita propia,
la evolución de las especies,
la seguridad social,
la familia.
 
Al vértigo,
donde mis huesos
acobardados
se retiran un poco de mi piel
al presentir las cercanías del vacío.
 
Piénsalo bien me dicen,
piénsalo,
y se anudan en el centro del miedo.
 
La frontera.
 
 
2

Abajo,
a cien metros de mi ventana,
dos hombres discuten y se amenazan con disparos.
 
Un poco más allá,
en la autopista abandonada de este país en ruinas,
esquivando postes caídos,
caballos destripados
y la niebla sin mañana
que se desprende del lomo de los perros,
un motociclista desquisiado
juega a aplazar su suicidio.
 
¡Pum!
En este momento alguien se apiadó de él.
 
Puedo percibir en el aire
el alivio de su alma
mezclándose con el olor de la gasolina.
 
 
3
 
¿Por qué vine a dar acá?
 
Tal vez
para aceptar
que lo único de lo que se puede huir
es de lo amado,
 
Porque los enemigos
siempre estarán contigo.
 
Nunca te abandonan.
 
Es lo único que traes
cuando llegas a la frontera.
 
En medio de los muertos,
 
En medio del espantoso silencio
que prosigue a las batallas,
 
Su odio
y su rencor
es lo único que vive.
 
4
 
En lupanares galácticos,
en medio de rufianes
que parecen haber escapado de todo,
te darás cuenta que tampoco pudieron huir
de sus enemigos.
 
Es con ellos
que discuten y hablan a solas
en la madrugada.
 
Tal vez,
por eso,
todos  nos enrumbamos hacia la frontera.
 
Al límite de todo.
 
Sin atrevernos
a levantar la cara del lavabo,
 
Deteniéndonos
a contemplar en sus grietas,
los restos del dentífrico, los pelos,
la mugre
que dejaron otros viajeros.
 
5
 
Otros como yo
que tampoco se animaron
a levantar la cara
y mirar de frente en el espejo:
 
Al enemigo.

Iván Oñate

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