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La locura es fascinante

July 2, 2008

Se detiene frente una puerta de vidrio, sus músculos se tensan al empujarla.  El interior del corredor es ausencia de luz, se le crispan los vellos y sus pupilas se dilatan. Acostumbrándose a las penumbras aprecia un tenue punto iluminado frente a él; toma la mano de ella y entran. La luz se intensifica, tienen frente a ellos una imagen: en ella fueron representados, hombres atados de pies y manos, sus extremidades quedaron hinchadas por la constricción. Los contrastes de la sala acentúan cada línea de expresión, las sombras y los claroscuros hacen que la experiencia sea excitante.

La pareja se sumerge en la exhibición. Mujeres y hombres desnudos, fueron espiados mientras se encontraban privados de su libertad. Tenían los ojos vendados y  estaban apilados unos encima de otros. Iván, al mismo tiempo que juzga lo que está capturado en las imágenes, acerca sus manos a la cintura de Marcia. No lleva perfume, pero percibe en ella un aroma a pulcritud y la ciñe del talle. La chica lo observa de reojo, accede y lo abraza; comenta sobre la fascinación que provoca el sufrimiento ajeno. Clava una mirada de daga en las víctimas, parece que brota más sangre de sus heridas.  Vuelve  la vista a Iván y recorre su estampa, lentamente. Detiene su andar en el par de  avellanas refulgentes que la observan sin pestañear. Esperan algo de ella.

Recuerdan que no están solos cuando sienten la respiración extasiada y caliente de los demás asistentes al recinto. Algunos dicen que es arte, otros descalifican la exhibición y el resto es indiferente. Todos en complicidad observan, y continúan. Caminan hacia un lienzo que se compara con la pintura de Goya, aquella donde Jupiter devora a sus hijos. Los individuos ahí representados fueron sometidos y obligados a cometer actos sexuales hasta sangrar. Marcia se recarga sobre la espalda de Iván, provoca un escalofrío en su acompañante; al recorrer sus dedos la serpiente de su espalda. La muestra tuvo una consecuencia inesperada. La violencia sufrió el mismo resultado que una palabra que se repite hasta el cansancio. La sangre y el odio, dejaron de infundir temor en los presentes. ¿Te das cuenta cómo la oscuridad acompaña a esas personas? Comentó Iván. Sí, me recuerdan pacientes con rasgos histéricos. Mira el odio en el rostro de sus opresores, todo el acto es una reafirmación de su superioridad. No del todo, los verdugos se sienten inferiores, por eso los tienen amarrados y vendados. Creo que en el fondo es una demostración de poder. ¿Eso crees?

Iván reprocha que Marcia le lleve la contra. La moza  responde con el silencio de aquellos que callan a falta de un comentario elocuente. Se aproximan el uno al otro, sus narices y labios se ajan. La envuelve y se deja llevar. Siguen al grupo a la distancia. Las yemas de Iván descienden en zigzag la espalda de Marcia, queman  su piel morena. La descubre con tacto y se toma el tiempo necesario para recorrer cada centímetro. Marcia detiene el avance unos segundos, apoya los brazos en los hombros del mancebo y le acaricia el cuello. Sus labios de Afrodita florecen, vigila por el rabillo del ojo al resto del grupo.

Los observan, unos incrédulos y otros inquisitivos. Continúan su paseo y aprecian las pinturas. Ambos se desplazan al unísono, disimulan sus movimientos, se cubren el uno al otro para no levantar sospechas. Nunca me ha gustado la violencia pero la primera vez que me mordieron, devolví la cortesía. Yo no he sido parte de algo tan fuerte, pero me parece que la violencia provoca cierto grado de excitación y la locura es fascinante. Freudiana sádica. ¿Insinúas qué las psicólogas estamos locas? Loquísimas, pero la locura es fascinante. 

Marcelo de la Rosa Garza